viernes, diciembre 26, 2008

2009, Cuba y Venezuela en la encrucijada


El primero de enero de 1959, Fidel Castro partió en dos la historia sudamericana, estableciendo un antes y un después con el triunfo de la Revolución Cubana. A viento y marea, contra la lógica del capitalismo, a despecho de los manuales del marxismo más academicista, Cuba intentó el socialismo a la caribeña, con acento argentino y preocupante influencia soviética.

El primero de enero de 2009, la gesta del pueblo cubano cumplirá medio siglo. Cincuenta años dan para mucho. Hoy, Cuba continúa defendiendo su propio modelo político, económico y social, diametralmente opuesto al sistema imperante. Fidel, padre de la patria, jefe de la Revolución, dedicado al articulismo de combate por motivos de salud, supo y pudo dirigir un proceso de cambios que convirtió a la isla en una nación independiente y soberana, haciendo realidad el ideal de José Martí.

El mundo de 2009 no es el mismo que el de 1959, evidentemente. La Guerra Fría acabó de repente con la desintegración de la URSS, consolidándose EEUU cómo única superpotencia a escala planetaria. Tocado y hundido el socialismo real, desmerengado el Estado del Bienestar, el neoliberalismo vino a imponerse cómo penúltima versión del capitalismo. El Mercado atravesó el Telón de Acero, reconquistando el terreno perdido, reciclando estalinistas, ganándose el corazón del lobo estepario, deslumbrado ante la fastuosidad del consumismo.

Las profecías de los agoreros resuenan huecas y presuntuosas, a dos décadas de la caída de la Unión Soviética. Cuba sigue en su sitio, la caverna continúa refugiada en la Florida, afilando sus dientes, engrasando sus bombas, cansada de esperar, nostálgica de La Habana elegante. Octubre baila el danzón, mientras las olas abrazan el Malecón, pintado de verde olivo para la ocasión.

Mientras en Europa del Este agonizaba el socialismo, Caracas se alzó en febrero de 1989, en respuesta a las medidas de ajuste aplicadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez, recetadas por el Fondo Monetario Internacional. Negros, mulatos, pobres de solemnidad, masas hambrientas y marginadas sembraron el caos en la capital venezolana, aterrorizando a los habitantes de los barrios ricos. La socialdemocracia en el poder no tuvo piedad, acribillando a balazos a los rebeldes.

El Caracazo fue un caldo de cultivo excepcional para que Hugo Chávez se atreviera a romper la historia continental por segunda vez, apareciendo de golpe en la arena política, otro febrero, éste de 1992. Saltando por encima de los paradigmas, devorando los prejuicios, barrió en las elecciones presidenciales de 1998, con un programa reformista.

La Revolución Bolivariana fue radicalizándose a medida que transcurría el tiempo, obligada por la reacción, acosada por el Imperio, insultada y/o ignorada por la izquierda europea. Así, Venezuela reconoció el ejemplo cubano e insufló nuevos aires al envejecido armazón fidelista. Chávez sirvió como punta de lanza del llamado socialismo del siglo XXI, que fue triunfando por la vía electoral, con diferentes grados y matices, en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay...

A diez años de la primitiva victoria del chavismo, la muralla mediática sigue protegiéndonos del temible Gorila Rojo, de sus locuras y extravagancias, de su dictadura totalitaria, de sus amistades peligrosas con islamistas y gente de mala calaña (y peores intenciones). Tergiversan cualquier noticia procedente de Venezuela, la retuercen, le dan la vuelta, la ponen del revés, hacen de la mentira un oficio rentable, dejando la deontología periodística a la altura del betún.

Para el español medio, Hugo Chávez es un loco peligroso, heredero directo del archimaligno Fidel Castro. Sin embargo, se respeta más a Fidel que a Chávez. ¿Por que será?, ¿Tendrán algo que ver el color de piel y la condición social del presidente venezolano?...

El año que esta a punto de empezar se adivina determinante, tanto para Cuba como para Venezuela. El próximo Congreso del Partido Comunista de Cuba va a resultar fundamental para el destino de la Revolución, comandada ahora por el general Raúl Castro. La enmienda constitucional que puede abrir la puerta a un tercer mandato de Chávez, servirá para calibrar el apoyo ciudadano con el que cuenta el líder bolivariano en esta hora decisiva.

Venezuela y Cuba, después de celebrar sus respectivos aniversarios, cruzarán el Rubicón, por enésima vez, en este 2009 que se nos avecina. Los pueblos del mundo entero esperan atentos estos doce meses cruciales para el futuro del socialismo latinoamericano, y por ende, para el futuro de la humanidad.

martes, noviembre 25, 2008

Tomo partido

Pido la palabra. Llegó mi turno. He esperado unas semanas para opinar con propiedad sobre el affaire Fortes-García Montero, leyendo las diversas reacciones, los manifiestos de uno u otro signo, los artículos apresurados de fulano o mengano, las sesudas reflexiones de los menos.

Fue Álvaro Salvador, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Granada, compañero generacional y amigo íntimo de Luis García Montero, el que soltó la liebre. El pasado 11 de noviembre, tras conocer la sentencia que condenaba al poeta por el delito de injurias graves con publicidad sobre la persona de José Antonio Fortes, Salvador declaró lo siguiente a un reportero del diario Ideal: "Luis es la primera víctima en la guerra por el poder cultural en Granada. Esperemos que la próxima sea del otro bando."

Esta reacción me sorprendió, porque fue la única del entorno de García Montero que mencionó lo que a mi juicio es una de las cuestiones centrales de este enredo, el poder cultural en la ciudad de Granada. Sin quererlo, Álvaro Salvador destapó la caja de los truenos.

Siguiendo su argumentación, en nuestra tierra se libra una guerra sin cuartel entre dos ejércitos anónimos, una contienda cuya meta es la conquista del poder cultural granadino. Según la versión de Salvador, Luis García Montero era un destacado oficial de una de las facciones enfrentadas, que se ha visto obligado a abandonar la Universidad, partiendo a Madrid, después de la condena. Tirando de este hilo, se deduce que el profesor Fortes forma parte de la otra facción, que ha ganado una batalla con la sentencia.

Ahora bien, me vienen a la cabeza cientos de interrogantes. El primero, ¿El poder cultural está en mano de alguno de estos dos sectores en disputa, o permanece a la deriva, a la espera de ser tomado por las armas de unos o de otros? El segundo, ¿En qué consiste esto del poder cultural? Tercero, ¿Quienes son los miembros de las dos banderías, y cuáles son sus propósitos?

Animo, desde esta tribuna mía, al señor Salvador a que responda estas preguntas, para que los granadinos sepamos los porqués de este conflicto, hasta ahora desconocido para el hombre de la calle. Solicíto asimismo al señor Fortes que conteste también estas cuestiones, a través de la prensa alternativa, donde no encontrará censuras ni mordazas.

Se ha hablado poco del origen de esta controversia jurídico-literaria. Se nos ha dicho que todo comenzó en una reunión del Consejo Ordinario del Departamento de Literatura Española, el 26 de septiembre de 2006. Pero, ¿Cual era el tema a tratar en aquella reunión?

Acudamos a la sentencia sentencia 446/08, dictada por el magistrado Miguel Ángel Torres. En la misma, Torres explica que allí "se trataban temas polémicos como el candidato propuesto al premio Lorca o el representante del Consejo en el jurado del premio". "Temas polémicos", afirma el titular del Juzgado de lo Penal número 5 de Granada, dando en el clavo, apuntando a lo más hondo de este episodio.

El Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada/Federico García Lorca, convocado anualmente desde 2004 por el Ayuntamiento garnatí, es una iniciativa de dos personas: Luis García Montero (a partir de ahora LGM) y su hermano Juan , concejal de cultura de la localidad, destacado militante del PP. Cómo concejal del ramo, Juan García Montero es miembro nato del jurado del galardón, al igual que su primo, el también poeta Luis Muñoz Montero (LMM).

En la última edición, a la que se presentaba LGM, Juan se ausentó de la sala donde se deliberaba, dejando dentro, entre otros, al alcalde José Torres Hurtado, a LMM y a un conocido de muchos de ustedes, Álvaro Salvador. El García Lorca fue a parar finalmente a las manos del poeta mexicano-español Tomás Segovia.

El primer galardonado fue Ángel Gónzalez, al que dediqué unas letras con motivo de su fallecimiento en enero de este 2008. La amistad entre LGM y el desaparecido González es de sobras conocida.

Así pues, el premio Lorca fue el motivo por el que LGM insultó a José Antonio Fortes en aquel Consejo de Departamento. Más concretamente, las alusiones humorísticas de Fortes y de otro docente a posibles destinatarios del Lorca (la tonadillera Isabel Pantoja y el cantaor y bailaor Curro Albaicín).

Va cayendo el velo del misterio, va desvelándose una de las verdades del affaire: el poder cultural. Un mandarinato absoluto y omnímodo, detentado por LGM desde hace más de una década, al amparo de las instituciones, y al calor de las subvenciones. Existe entonces el poder cultural en esta ciudad de provincias.

"Quién no tiene padrinos, no se bautiza", dice la sabiduría popular. LGM ha reunido, a lo largo de su carrera literaria, una colección de padrinos de variado pelaje. El más famoso de todos ellos, es sin duda, Rafael Alberti.

Cuando el poeta gaditano volvió a España en 1977, tras el aciago paréntesis del exilio, encontró en Granada a una generación de literatos mozos que le acogió como un maestro. Alberti vivió junto a ellos una segunda juventud, quemando la noche, al filo de los ochenta años. Tres de aquellos chavales eran LGM, Álvaro Salvador y Javier Egea.

Sin que esto suponga una negación del talento natural de LGM para la poesía, sería imbécil no tener en cuenta que entrar en el mundillo literario de la mano de Rafael Alberti no es moco de pavo. Se le abrieron muchas puertas de par en par, y él supo y pudo atravesarlas.

LGM escribe regularmente en el periódico de mayor tirada a nivel estatal, El País. Su esposa, la novelista Almudena Grandes, escribe en el suplemento dominical del diario, EPS. Además, Almudena publica sus libros en la editorial Alfaguara. El propietario de El País y de Alfaguara es el grupo Prisa, ligado a los intereses empresariales de la familia Polanco y a los intereses electorales del PSOE.

A su vez, LGM está afiliado a IU, siendo próximos sus planteamientos a los del dimitido coordinador general Gaspar Llamazares, apareciendo incluso en las listas de la coalición en las elecciones europeas de 2004.

Luisito tiene las espaldas bien cubiertas, maneja una red de intereses impresionante, que le ha ayudado a capear el temporal actual. Lazos fraternales con el PP, amistad y militancia en IU, buenos contactos en el PSOE.

Si LGM dijera, parafraseando a su tocayo francés, "la Cultura en Granada soy yo", no estaría mintiendo, ni mucho menos. Hablando en términos de industria cultural, entiéndanme.

Queda identificado uno de los bandos de esta guerra por el control del negocio de la cultura en Granada, el liderado por LGM, del que forman parte sus amistades, las amistades de sus amistades, su propia familia, sectores del PP, del PSOE y de IU. Comprueben los nombres de los firmantes del manifiesto en apoyo a LGM, es la mejor prueba del capital humano que ha amasado el paisano, con tesón y con paciencia de orfebre.

¿Y los otros? ¿Además de Fortes, quienes intentan arrebatar el poderío a LGM y compañía? José Antonio Fortes es marxista, incluso presume de ello en sus clases (craso error, a mi parecer), aplica en sus teorías literarias el análisis metodológico marxista, sostiene posiciones de extrema izquierda, posiciones que un servidor no comparte, pero que respeta. Entonces, ¿Donde están sus aliados, sus correligionarios?

Sería lógico que a Fortes le apoyasen los grupúsculos que se mueven a la izquierda del PCE. Pero, ¿Están en condiciones estas organizaciones, a menudo escasas de personal y trufadas de policías, de guerrear con LGM en pos de la codiciada Cultura granaína? Echen unas carcajadas a mi salud, por favor. A lo mejor ha estallado esta tarde la revolución en los paseíllos universitarios, están ardiendo la casa consistorial, la catedral y la sede del Ideal, y no me he enterado.

Antonio Romero, parlamentario andaluz y diputado nacional por IU durante muchas legislaturas, sostiene en una carta abierta lamentable que "El profesor denunciante (en referencia a Fortes), haciendo gala de su mediocridad y jaleado por los sectores más reaccionarios de la Universidad acudió a refugiarse bajo las togas de los juzgados." Me gustaría saber cual es la fuente de información de Antonio Romero, de donde ha sacado esos datos sobre Fortes y sobre esos sectores reaccionarios que le han jaleado.

No hay que ser un lince para descubrir que la Universidad de Granada es un nido de fachas, tal y como lo son el resto de las universidades españolas. Lo cual no es óbice para calificar como reacionario y revisionista a todo aquel que ose atacar a un poeta de los nuestros (ya se llame LGM o Federico García Lorca). No confundamos una vez más la realidad y el deseo.

Si esta situación hubiera ocurrido cinco años atrás, yo mismo hubiera firmado gustosamente el manifiesto y hubiera lanzado improperios y maldiciones contra José Antonio Fortes. Pero, las cosas cambian, el tiempo se consume en los relojes de arena de la memoria, y no se puede ser ajeno a ello.

No conozco a Fortes, pero sí conozco a LGM. Charlamos en una ocasión, allá por 2003. Yo tenía 17 años y medio, y encajaba a la perfección en la definición de progre, lo confieso. Luisito era un símbolo, un mito viviente, un ejemplo de lo que debía de ser un intelectual de izquierdas, comprometido con la búsqueda de un mundo mejor...

Ahora, a los 23 años y dos meses, ya no soy ese niño de la plaza de Mariana Pineda, estimado LGM. Ahora, en un año fundamental para la definitiva formación de mi personalidad, tomo partido contra la progresía, contra Prisa, tomo partido contra ti.

Tomo partido, partido hasta mancharme, por José Antonio Fortes.

La suerte está echada.

domingo, noviembre 16, 2008

Español, a la manera de Bergamín


Ece España

Dicen que España está españolizada,
mejor diría, si yo español no fuera,
que, lo mismo por dentro que por fuera,
lo que está España es como amortajada.
Por tan raro disfraz equivocada,
viva y muerta a la vez de esa manera,
se encuentra de sí misma prisionera
y furiosa de estar ensimismada.
Ni grande ni pequeña, sin medida,
enorme en el afán de su entereza,
única siempre pero nunca unida;
de quijotesca en quijotesca empresa,
por tan entera como tan partida,
se sueña libre y se despierta presa.

(José Bergamín)

Los españoles tenemos la mala costumbre de psicoanalizarnos continuamente en el diván de la historia, exorcizando nuestros demonios familiares sin requerir la ayuda de un profesional de la materia con acento porteño. Es difícil encontrar otro país, desde el Paleolítico, que se haya preocupado tanto por su propia identidad.

Esa desazonante interrogación, esa pregunta insistente, me ha asaltado en muchas ocasiones, perturbando mi sueño o entreteniendo mi aburrimiento. Como animal político que soy, necesito resolver esa encrucijada. Como anticapitalista, busco una manera distinta de ser español.

Estaba en esas cuando dí de bruces con José Bergamín. Desgarrador de ortodoxias, católico sin cortapisas, republicano del 14 de abril pero también del 18 de julio, poeta, dramaturgo, ensayista, editor.

Su padre, Francisco Bergamín, fue abogado de fama, ministro conservador en distintas etapas del reinado alfonsino, emigrando al campo republicano durante la dictadura de Primo de Rivera, llegando a defender a Fernando de los Ríos ante la justicia monárquica. Precisamente, la primera misión política que realizó Bergamín fue la que le encomendó su progenitor: entrevistarse con el general Franco, por entonces director de la Academia Militar de Zaragoza, para sondearle sobre la actitud del Ejército ante el advenimiento de la República.

No sé si José Bergamín llegó a imaginar que aquel gallego de tímida vocecilla iba a protagonizar la vida española durante casi medio siglo, sembrando de tinieblas el luminoso porvenir que estalló en abril de 1931. La Segunda República apareció de repente, ante la inoperancia del régimen canovista, reclamada por la pequeña burguesía intelectual y por las masas obreras encuadradas en el PSOE y en la UGT.

En el primer gobierno republicano, Bergamín fue director general de Seguros, en el ministerio de Trabajo que ocupaba Francisco Largo Caballero, por un breve espacio de tiempo, desistiendo de la política funcionarial y reintegrándose a la literatura.

La obra de Bergamín es deudora de la de su maestro y amigo Miguel de Unamuno. Al igual que don Miguel, Bergamín fue cristiano rebelde y español melancólico. Cultivó con esmero el aforismo, otra de las predilecciones del bilbaíno. Sólo la guerra civil pudo separarles, y por poco tiempo, ya que Unamuno se arrepintió enseguida de su inicial apoyo al levantamiento fascista, enfrentándose elegantemente a la marabunta legionaria con aquel "Venceréis pero no convenceréis".

Mientras existió la República Española, Pepe Bergamín fundó la revista católica Cruz y Raya, aglutinó a lo que luego se conoció como la Generación del 27 (él siempre prefirió llamarla Generación de la República), descubrió a Miguel Hernández y acompañó las últimas horas del matador Ignacio Sánchez Mejías. Eran las cinco en punto de la tarde cuando Granadino corneó al diestro en la plaza de Manzanares del Real. Diciembre de 1934, la gran tragedia española se aproximaba.

El albero español empezó a romperse en añicos la tarde-noche del 17 de julio de 1936, cuando el Ejército de África se sublevó contra el gobierno. Franco entraba a matar... El resto del cuento es bien conocido.

La intelectualidad que se adjudicó el 14 de abril, no apareció el 18 de julio, cuando más los necesitaba la República. Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, se difuminaron en la ambivalencia. La joven hornada del 27 entró en escena, al lado del pueblo trabajador que hizo suya la defensa del régimen legal. Entre ellos, estaba Bergamín.

Presidente de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, encargó a Pablo Picasso que pintara el Guernica, guardó como oro en paño el manuscrito lorquiano de Poeta en Nueva York, que entregaría a la imprenta en el exilio americano, publicó en El Mono Azul poesía de combate. Comunista como Rafael, como Miguel, como Dolores.

Desterrado tras la derrota, vagabundo por Sudamérica, editando revistas, escribiendo, con la mirada puesta en la España que le habían arrebatado. Sin patria, viudo desde 1943 (su mujer era Rosario Arniches, hija del conocido comediógrafo), criando hijos y destetando libros, español peregrino de una España que no le merecía.

Feo, desgarbado, dandy en el vestir y en las formas, rodeado de mujeres y de amigos, llevando a cuestas un esqueleto y un país, Pepe Bergamín, enamorado del toreo, devoto del Cristo resucitado, insobornable hasta la extenuación.

España le quemaba el alma, le llamaba, y él, respondió al grito de auxilio de su patria, regresando en 1958. Muchos exiliados no entendieron su regreso, su vuelta desesperada al Madrid que le vio nacer, como tampoco entendieron el retorno del general Vicente Rojo, máximo estratega militar del Ejército Popular de la República. Bergamín pisó de nuevo el suelo español porque lo necesitaba para seguir respirando, para que la añoranza y la nostalgia no quebraran su corazón, porque creyó que sus compatriotas también querían compartir la dictadura con él.

La canalla fascista le dejó tranquilo durante 5 años, hasta que en 1963 tuvo que refugiarse en la embajada de Uruguay, al ser denunciado públicamente por Torcuato Luca de Tena, exdirector de ABC y autor de best-sellers. Su firma encabezaba la carta de protesta por las torturas y vejaciones a las que fueron sometidos los mineros asturianos en huelga. El destinatario de la misiva era Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo.

De vuelta al exilio, Bergamín se estableció en la Francia gaullista, donde su amigo André Malraux ostentaba la cartera de Cultura. Allí presenció las jornadas de Mayo del 68, participando en aquella algarabía como uno más.

En 1970, cuando ya era un anciano de setenta y cinco años, cruzó los Pirineos, instalándose en un ático frente a la madrileña Plaza de Oriente. A escasos metros, en el balcón del Palacio Real, el Caudillo exaltaba a sus incondicionales (que fueron mucho más de lo que luego se ha dicho), cada vez que notaba una grieta en el muro de opresión con el que atenazaba a España.

Imagino a don José, apoyado en el alféizar de su buhardilla, sonriendo socarronamente, mirando al dictador más viejo de Europa, recordando el encuentro que tuvieron cuarenta años atrás, cuando Franco le prometió fidelidad a la República. Ironías del destino.

El general se acabó muriendo, de puro viejo. Las Españas amanecían monárquicas, los fascistas disfrazados de demócratas y los demócratas travestidos de juancarlistas. Se ponía en escena la tragicomedia nacional, un espectáculo teatral magistralmente interpretado por los novísimos padres de la patria.

Entre la unanimidad clamorosa, hubo una voz que se negó a transigir con la Transición. Bergamín no transitó al oasis de la democracia constitucional, quedándose sólo en la otra orilla, clamando en el desierto de la República. Sus grandes amigos, Rafael Alberti y María Zambrano, se sumaron al coro transicional, dejando a Pepe rezagado, como la única gran figura del exilio que rechazó la pantomima postfranquista.

En esa travesía por el desierto, Bergamín encontró a la izquierda abertzale. El republicano irredento acabó siendo compañero de viaje del vasquismo revolucionario, en el ocaso de su existir. A tierras vascas partió para morir, en el seno de esa Euskal Herria rebelde que no aceptó el apaño de la Transición.

Español de españoles, patriota sentido y sentimental, honrado y pobre escritor, pájaro de mal agüero, Quijote desconcertado al que Sancho Panza vendió por treinta monedas de plata. Comunista hasta el último suspiro, luego un sendero pedregoso hacia el cielo.

Nosotros, en los infiernos, recitando el Soneto a Cristo Crucificado, inalcanzable ejemplo de la mejor poesía religiosa. Aprendiendo a ser españoles, a la manera de José Bergamín.

sábado, noviembre 01, 2008

¡El "Llanto" también es vuestro!

Vuelve noviembre, con novedades en el Llanto. Por fin, he abierto una cuenta de correo electrónico del blog: vuestrollanto@gmail.com. Allí podéis enviar vuestras quejas, insultos, felicitaciones, ánimos, amenazas de muerte, sugerencias, e incluso vuestros números de teléfono, si sois grupis del socialismo del siglo XXI, jaja.

Tengo esto un poco abandonado, soy consciente de ello, e intentaré remediarlo. Estoy trabajando otra vez, desde principios de octubre, en el mismo puesto en el que estuve en verano. No es excusa para no actualizar el Llanto más constantemente, ya que es un curro a media jornada, así que en el email también se admiten reproches.

Con vuestra ayuda, iremos mejorando esta bitácora, pasito a pasito y con buena letra. Espero que bombardéis el correo con lo que se os ocurra.

Lo pongo en la columna de la derecha, para que se vea bien, y no estorbe mucho.

Sin más, me despido.

Salud.

jueves, octubre 30, 2008

Una mañana, en Génova 22


Lunes 27 de octubre de 2008, Madrid. Frente al número 22 de la calle Génova se agolpan cámaras de televisión, redactores, reporteros y gacetilleros, junto a una nutrida representación de militantes republicanos. Felipe Alcaraz, Lolo Silva, Juan de Dios Villanueva, Javier Parra, entre los presentes. Gentes ligadas al PCA , a La República.es, a Unidad Cívica por la República.

A unos pasos, la sede nacional del Partido Popular. Unos metros más allá la casa natal de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española. A tiro de piedra, la plaza de Colón, con su museo de cera y su bandera kilométrica. Tras ella, el barrio de Salamanca, emblema de la derechona más recalcitrante. Ambiente carpetovetónico donde los haya.

A las puertas de la Audiencia Nacional, periodistas y republicanos esperan a un mismo hombre: José Antonio Barroso, alcalde de Puerto Real, miembro de IU, imputado por injurias a la Corona. Los últimos para brindarle solidaridad y apoyo moral, los primeros para saciar su hambre de actualidad, su sed de noticias impactantes, de esas que sirven para escandalizar a las personas de orden y de buen juicio.

Orador pasional, de afilada lengua y magnífica gramática castellana, agitador de masas, Barroso denuncia las corruptelas y los tejemanejes del rey de España, acercando las verdades del barquero al ciudadano común. Cómo si las olas del mar Caribe, atravesando caprichosas el Atlántico, hubieran traído hasta la bahía de Cádiz el aroma chavista que prendió en Venezuela...

Los mercenarios de tertulia radiofónica, los editorialistas que escriben al dictado de sus respectivos consejos de administración, los politicuchos de los partidos dinásticos, se han lanzado como perros de presa sobre el alcalde Barroso, prestos a cobrar la pieza y a recibir la palmadita del monarca. La orden viene desde Zarzuela y desde Moncloa: matar al mensajero, acallar al discordante, denigrar al honesto, enterrar la voz del librepensador.

Entra dentro de la lógica que los coraceros del PPSOE y los profesionales de la desinformación institucionalizada ataquen sin piedad a José Antonio Barroso. Están cumpliendo con uno de lo cometidos que les adjudica el sistema, el sagrado deber de descalificar sin argumentos a cualquier adversario del capitalismo. Lo que me extraña es la entusiasta colaboración de los compañeros de Insurgente.org en el linchamiento mediático del gaditano, copiando y pegando las ”primicias” del Diario de Cádiz, propiedad del grupo Joly.

Extrañas alianzas aparte, Barroso está alcanzando las metas que se marcó cuando estalló el escándalo, en el mes de abril. Socavando los cimientos de la muralla catódica que resguarda a la familia real del ojo público, la República se perfila en el horizonte como un destino más que plausible, aunque lleno de incógnitas sobre la calidad democrática del futuro régimen y el modelo económico-productivo que adoptará.

El órgano judicial encargado de dirimir la responsabilidad penal del regidor portorrealeño, la Audiencia Nacional, es heredera directa del Tribunal de Orden Público franquista. Nacida mediante decreto-ley el 4 de enero de 1977, curiosamente la misma jornada en la que se suprimía el TOP, mantuvo muchas de las atribuciones y competencias de éste, acomodando a gran parte de su plantilla. Sin lugar a duda, se trata de un tribunal de excepción, contaminado hasta el tuétano por razones políticas, creado para juzgar específicamente los delitos de terrorismo individual cometidos por independentistas vascos.

La Audiencia Nacional ha acudido, rauda y veloz, al rescate de la honorabilísima reputación de Juan Carlos de Borbón y Borbón. La libertad de expresión es un camelo, cuando el que la ejerce, descubre la cara oculta de los poderosos, los cadáveres en la trastienda de los mercaderes que asaltan nuestros hogares, con la calidez y la cercanía de los que se saben a salvo de la ley, porque ellos son la ley.

Seguiremos con atención el proceso contra Barroso, que será también un proceso contra el movimiento republicano. Sospecho que volveré a tocar el tema, porque la cosa va a provocar ríos de tinta. Ríos de tinta que anegaran los salones de palacio, atragantando a bufones y a vasallos, arruinando el prestigio de la Monarquía, piedra basal del Estado.

El otro día, en Génova 22, las cámaras enfocaban a José Antonio Barroso, y si acaso, a Felipe Alcaraz. De refilón, distinguí a Armando López Salinas. Con comunistas de su calibre, con españoles de su talla, el mundo parece menos miserable, y la revolución una cumbre menos fiera.

martes, octubre 14, 2008

El gran privatizador


Es un perfecto e impecable padre de familia, pulcro licenciado en ciencias económicas y empresariales, máster en mercados financieros, consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. A su vez, es la cara visible de la contrarreforma privatizadora, emprendida en el campo de la Sanidad Pública por el ejecutivo popular de Esperanza Aguirre.

Juan José Güemes, de eterno traje de chaqueta, melena de león al viento seco de Castilla, de aspecto juvenil, rondando los cuarenta años de edad. Podría ser el protagonista de un culebrón sudamericano, sin necesidad de maquillaje ni de un nuevo fondo de armario. Sólo tendría que modular la voz, imitar el acento de la oligarquía criolla, empaparse del peculiar talante que caracteriza a las clases dominantes al sur del río Grande.

Podría ser un galán de telenovela, pero es un político español, un conspicuo representante de los intereses más carcas del capitalismo nacional. La lideresa le eligió para continuar la magna obra de Manuel Lamela: la destrucción del sistema sanitario público madrileño. Ardua empresa para un implacable neocon.

Allá por los sesenta, la izquierda se dejó el pelo largo. Los melenudos desembarcaron en el imaginario colectivo como inquietantes antisistema, enemigos tanto del imperialismo yanqui como del socialismo real. La rebeldía capilar fue otro más de los claroscuros de aquella década tumultuosa.

Los revoltosos sesenteros acabaron ocupando el poder, en la socialdemocracia o en la derecha conservadora, despojándose de sus ideales de cambio, cortándose el pelo, afeitando o perfilando sus barbas marxistas. Cuando la izquierda española se hizo el harakiri y se disolvió, para sumarse al juancarlismo, los peluqueros hicieron horas extraordinarias, currando a destajo, acicalando a los aspirantes a próceres.

Hete aquí, que la derecha tomó el relevo cabelludo en los últimos compases del siglo XX. El pijerío se dejó crecer el pelo, encargó menos de botes de gomina, se apuntó al rosa y al rojo granate, incluso se colgó el pañuelo palestino al cuelo, disfrazándolo con colorines inofensivos. Palestino marca Armani, complemento de moda en pijos y jipis de saldo.

José María Aznar imitó a sus seguidores jóvenes al dejar la presidencia, luciendo una cabellera desaforada, curtiéndose en el gimnasio, enseñando la tableta de chocolate en las playas de la jet set. Juan José Güemes, a falta de un bigote frondoso, escogió la suerte del felino en la sabana de la villa y corte.

La ética puede concordar con la estética. En el caso de Güemes, los dos parámetros se hunden en la miseria. Quisiera esquilar al consejero autonómico, agarrar unas tijeras de podar y acabar con ese pelucón. Si al igual que Sansón, la fuerza de Güemes reside en la pelambrera, al realizar el acto litúrgico de cortarle el cabello, llevaría a cabo un servicio al hombre, que sólo sería recompensado con plazas y estatuas dedicadas a mi recuerdo.

Reconozco que soy alopécico, que me quedan dos telediarios y medio para quedarme calvo, así que puede que la repugnancia que me provoca el exceso de pelo en la cabeza de tantos peperos, sea sólo fruto de la envidia. Soy un pobre mortal, fieles e infieles lectores. En ocasiones, me pongo violento con estos asuntos peliagudos.

Los sindicatos están boicoteando las visitas protocolarias de don Juan José a los hospitales públicos de Madrid, reprochándole su afán privatizador, estropeando los titulares y los pies de foto del día después. El Gobierno madrileño, que acusa al PSOE y a IU de teledirigir las movilizaciones, ha reaccionado lanzando un vídeo en el que se identifica a cuatro sindicalistas participantes en las protestas, desvelando su categoría profesional y sus datos de afiliación.

CGT, central anarcosindicalista a la que pertenecen varios de los "señalados", ha declarado que interpondrá una querella contra la Comunidad de Madrid por vulneración de los derechos fundamentales de intimidad y de libertad sindical. El otro sindicato afectado, CCOO, también está estudiando la posibilidad de emprender acciones legales.

Uno de los cuatro sindicalistas, Alfredo Díaz-Cardiel, secretario de organización del sindicato de sanidad de CGT, hijo del histórico dirigente comunista Víctor Díaz-Cardiel, ha declarado a los medios que la situación es "una caza de brujas al estilo más rancio de la ultraderecha". No anda desencaminado Díaz-Cardiel.

El Gobierno de Aguirre no ha dudado en infringir las leyes para intentar minimizar la resistencia de los trabajadores del sector sanitario, se ha saltado a la torera el catálogo de derechos fundamentales consagrados en su reverenciada Constitución con una chulería pasmosa. La derecha montaraz atropella las libertades burguesas con la misma facilidad con la que acusa de terrorista a cualquier bicho viviente que no comulgue con sus ruedas de molino.

Acusar a la CGT de actuar en connivencia con el PSOE es un despropósito. CGT es una central sindical independiente, alternativa y diferente, crítica del pactismo de CCOO y UGT, enfrentada al neoliberalismo que practican por igual PP y PSOE. Sólo un analfabeto político puede tragarse absurdidades de este calibre.

La corte de los milagros de Esperanza no tolera la actitud radicalmente democrática de aquellos que se oponen a la privatización de la Sanidad. Son todavía pocos, un puñado de mujeres y hombres de la mejor casta del obrerismo español, ciudadanos correosos que defienden el sistema sanitario público como uno de los pilares del Estado del Bienestar. El social-liberalismo no levanta ni un dedo por la Sanidad de todos, es más, colabora activamente en su aniquilación.

A Juan José Güemes no hay necesidad de mentarle al padre, como solemos hacer en estas tierras, basta con mentarle al suegro. Porque Güemes tiene un suegro que parece sacado del Chicago de los años 30, o de la prolífica imaginación de Mario Puzo: Carlos Fabra, presidente de la Diputación provincial de Castellón, cargo que ocuparon en el pasado numerosos miembros de su familia, imputado en varios procesos, refugiado a perpetuidad tras unas gafas de sol que contribuyen a acentuar su aspecto mafioso.

Las comparaciones son odiosas, pero valen para medir la catadura moral de unos y de otros. Comparen ustedes las respectivas trayectorias de Víctor Díaz-Cardiel y de Carlos Fabra, padre y suegro de dos de los protagonistas de este comentario. Víctor pasó varios años en las prisiones franquistas, Fabra es hijo de un jerarca del régimen encarcelador. Sobran las palabras.

Mientras existan tipos como Güemes (o como el padre de su señora esposa) en puestos de responsabilidad política, este país y este planeta seguirán abonados al desastre, a la corrupción y a la ignominia. Después de las barbaridades que hacen, les siguen votando. Vivan las caenas.

Ellos privatizando, que es gerundio. Y nosotros, afilando las tijeras...

jueves, octubre 09, 2008

Rincón del invitado: Antonio Moreno Vázquez


Hoy, 9 de octubre de 2008, se cumplen 41 años del asesinato de Ernesto Che Guevara. En esta ocasión, no quiero ser yo el que les hable del Che. Le cedo el turno a mi querido amigo Antonio Moreno Vázquez, gaditano guasón, comunista incansable, futura gloria del Carnaval.

Antonio me envió este poemita, en sus propias palabras, mediante correo electrónico, el 18 de marzo del natural. Ahora, con el correspondiente permiso del autor y en fecha tan señalada, os dejo que lo disfrutéis:

Pasadoble al Che

Ernesto “Che ” Guevara
queremos recordarte
el último viaje
que tú pudiste dar,
la selva boliviana
tu último destino, fin de tu caminar.

Un día ocho de octubre
bajo el fuego enemigo
combatiendo en la selva
caíste al suelo herido
hace cuarenta años
te llevan detenido, cansado y malherido.

Fue tu causa buscar una bandera
romper las fronteras para redimir
liberando de la tiranía
a la clase oprimida cogiste el fusil.

Tu idea fue seguir, no parar hasta el fin
un grito de rabia
la libertad de los pueblos
dignidad para vivir, esa causa justa
liberación para los nuestros.

Dignidad para vivir
si no mejor morir
vive al día siguiente acaban contigo
los boinas verdes dieron los tiros.

Matan a un hombre
naciendo un mito
hoy tu bandera encontró destino
muchos países se abren camino
este homenaje hoy te rendimos.

Posdata: La imagen que acompaña esta entrada fue tomada por el fotógrafo César Lucas el 14 de junio de 1959, durante la brevísima estancia del comandante Guevara en Madrid.

miércoles, octubre 01, 2008

Carta a Paul Newman, sin acuse de recibo


A la atención del señor Paul Newman, residente en algún rabo de nube sobre la inmensidad de California .

Estimado Paul:

Perdona la familiaridad con la que te trato, perdona el tuteo, pero te conozco desde hace mucho. Tú no tenías ni idea de mi existencia, pero eso no importa. Sólo soy uno entre millones, un simple y minúsculo admirador de tu trabajo, un fan de tu manera de actuar, uno más...

Un certero cáncer de pulmón ha acabado contigo. La enfermedad del nuevo milenio ha finalizado con éxito la misión en la que otros muchos fracasaron. Forajidos descarriados, pistoleros desalmados, matones sin escrúpulos, mujeres fatales y exquisitas, intentaron matar a Paul Newman, y se quedaron con las ganas.

El cáncer domó al Indomable, la muerte encontró al Buscavidas, de un Golpe te derrotaron, mago de la interpretación. Muchos crecimos viéndote en las pantallas, los veteranos en los cines de barrio, los jóvenes rescatándote de las madrugadas televisivas, descargando tus películas de las maravillosas redes p2p, tan denostadas por la inevitable progresía.

La maquinaria de sueños de Hollywood rentabilizó tu genio, ganó dinero a mansalva con el ídolo Newman, para luego relegarte al baúl de los recuerdos, como les sucedió a bastantes de tus compañeros de profesión. Las luces de neón se apagaron de repente, y os dejaron en la tiniebla, con el único consuelo de saber que el público seguía queriéndoos.

Marlon Brando, James Dean, Montgomery Clift, Paul Newman, cuarteto inolvidable de rebeldes dentro y fuera del cinematógrafo, personajes complejos y atormentados, hombres enfrentados al falso oropel de la industria, conciencia crítica de los estadounidenses. Fuiste el más discreto de los cuatro, has muerto octogenario y casado con la misma mujer durante cincuenta años, la sin par Joanne Woodward.

Amante de la velocidad y del automovilismo, tuviste más suerte que Dean o que Montgomery, no perdiste la vida ni te destrozaste el rostro en un accidente de tráfico. Tus últimos años no fueron tan amargos como los de Brando, tu primer gran rival en el firmamento hollywoodiense.

Supiste deshacerte pronto del estereotipo de inadaptado, conduciendo tu carrera con madurez y acierto, patinando sin que se notara, sin hacer ruido. La pareja de oro que formaste junto a Robert Redford nos proporcionó escenas únicas, revolucionando el western, incitándonos a estafar al ritmo de la melodía de Scott Joplin*.

Stan Laurel-Oliver Hardy, Orson Welles-Joseph Cotten, James Stewart-Henry Fonda, John Wayne-Robert Mitchum, galería legendaria de duetos, en la que tú y tu amigo Robert ocupáis un lugar destacado.

Envejeciste con dignidad, sufriste con la pérdida de tu primogénito a consecuencia de una sobredosis de estupefacientes, ejerciste la filantropía allá donde se te necesitaba, pilotaste coches hasta casi el final, estableciendo récords y rompiendo límites. Paul Newman, actor de raza, ciudadano insigne de los Estados Unidos, galán rompecorazones de ojos azules, te marchaste al infinito.

Menos mal que nos quedan tus películas, querido Paul.

*Scott Joplin (1868-1917) fue un compositor usamericano, pionero de la música negra, autor de The Entertainer, que luego sería el tema central de la banda sonora de El Golpe (George Roy Hill, 1973), cinta básica en la filmografía de Paul Newman.

domingo, septiembre 21, 2008

Mamá, quiero ser comunista


El comunismo no priva al hombre de la libertad de apropiarse del fruto de su trabajo, lo único de lo que lo priva es de la libertad de esclavizar a otros por medio de tales apropiaciones.

(Karl Marx)

Sí, lo has oído bien, eso es lo que he dicho. Concha Velasco, otrora musa del cine nacionalcatólico, ahora protagonista de anuncios electorales del PSOE, cantaba aquello de "Mamá, quiero ser artista". Yo, que de artista tengo bien poco y de musa menos, deseo ser comunista.

¿Contundente, eh? Toma asiento, respira hondo y ten paciencia. A primera vista la petición que acabo de lanzar por esta boca mía es una sonora tontería. Llevo años presumiendo de comunista con el descaro con el que otros presumen de los cubatas que se meten entre pecho y espalda cada fin de semana. O de las tías que se tiran un día sí y otro también.

No me hice comunista por rebeldía ante la figura paterna, ni por encontrarme en un medio hostil a las ideas de revolución y cambio social. Fue justamente lo contrario. Nadie mejor que tú para saberlo. Antes de entender lo que significaba el comunismo, imaginaba que era algo positivo porque en casa se ponía verde a Felipe y se ensalzaba a Anguita.

El primer gran ídolo que tuve, en términos políticos, fue el Che Guevara, ¿Quién si no? El magnetismo del Che es innegable. La cultura pop supo aprovecharse de su cadáver humeante y comerciar con su imagen y con su recuerdo, falsificando el espíritu y la obra de Guevara. Colocándole junto a Marilyn o a James Dean en la galería de mitos caídos en plena juventud, arrancándole la fuerza explosiva del socialismo por el qué murió, enemistándole con Fidel Castro.

A través del Che Guevara llegué a Fidel. Cargado con un montón de prejuicios y de medias verdades, desconfiando del viejo barbudo, pronto descubrí, apartando la maraña de mentiras, el auténtico rostro del genio de Birán. Detrás de Fidel apareció Cuba, la indómita Cuba, la Ínsula Barataria habitada por millones de quijotes.

No consideraba el comunismo un crimen, sino un orgullo, por eso lo pregonaba a los cuatro vientos. Aquello me trajo bastantes problemas en el instituto, discusiones con profesores españolistas, cachondeos de los compañeros de pupitre. Me sirvió para aprender a administrar mejor mis palabras y mis silencios, siguiendo vuestros consejos.

Entonces era un moderado, comparado con lo que soy ahora. A partir de la llegada de Internet a nuestra casa, en el verano de 2003, comencé a conocer la diversidad anticapitalista, navegando por Rebelión, Kaos o la recordada Cádiz Rebelde. Eso fue el acabóse.

Santiago Alba, Carlo Frabetti, Pascual Serrano, Javier Ortiz, James Petras, Lisandro Otero, Alfonso Sastre, Martín Seco, y un largo etcétera de plumas insurgentes, ayudaron a que mi comunismo se afianzara, se ampliara, rompiera el horizonte de lo políticamente correcto. Por la rendija cibernética se coló la Revolución Bolivariana, encabezada por ese morlaco caribeño que responde al nombre de Hugo Rafael Chávez Frías.

Hablando de Hugo Chávez, leyendo el suplemento dominical de El País (antes de que lo bautizaran como EPS, siempre tan cool los chicos de Miguel Yuste) apareció una entrevista con el comandante bolivariano, hacia finales de 1998. Hasta entonces, no había oído nada de Chávez ni de Venezuela. En aquel instante, le catalogué como un émulo de Perón, un militarote sudamericano más, de discurso incendiario y comportamiento conservador.

¡También tengo a derecho a equivocarme, mamá! Los europeos tenemos la mala costumbre de condenar lo que desconocemos, lo que no entendemos. Chávez es demasiado raro, demasiado humano para nosotros. Ese teniente coronel mestizo de verbo incontenible e impetuosa apariencia, cantarín y apasionado, contrasta con la frialdad, la asepsia y la corrección de nuestros politicastros.

El golpe fascista de abril de 2002 me abrió definitivamente los ojos. Estábamos en la Fiesta anual del Partido Comunista de Andalucía, en el recinto ferial de Santa Juliana (Armilla, Granada), cuando desde el estrado leyeron un comunicado de la Juventud Comunista venezolana repudiando el putsch ¿Los comunistas venezolanos apoyaban a Chávez? Así me enteré de que la izquierda clásica también participaba en el movimiento bolivariano.

De esta manera, el comunista eurocentrista se volvía chavista. Desde entonces me convertí en un ardiente defensor de las conquistas de la Revolución Bonita, frente a los más fieros adversarios.

Te he dejado más confusa que al principio mamá, seguro que no comprendes nada. Natural, el repaso que acabo de dar a mis vicisitudes ideológicas no ha servido de mucho. La pregunta sigue en el aire: ¿Quiero ser comunista, teniendo en cuenta que ya me considero a mí mismo como tal?

La respuesta es algo tortuosa y enrevesada. El comunismo es una cuestión de honor, una empresa de mujeres y hombres decentes y honrados. No debe ser un juego de juventud ni un pasatiempo pasajero. No soy adivino y no sé lo que me deparará la vida, espero seguir cumpliendo con mi deber, seguir en la pelea de la revolución. También puede ocurrir que me cambie de trinchera y me haga adepto del dios Mercado.

Por eso te digo que quiero ser comunista. Y si os traiciono en los años que están por venir, no dudéis en recordarme que una vez fui un hombre de provecho.

jueves, septiembre 11, 2008

Memorial de infamias


A la memoria de Celia Hart Santamaría (1962-2008), llama inextinguible de la Revolución Cubana.

Curiosamente, estaba leyendo “Confieso que he vivido”, la autobiografía de Pablo Neruda, en el preciso instante en el que el primer avión se estrelló contra la Torre Norte del World Trade Center. Aquel 11 de septiembre de 2001, del que se cumplen hoy siete años, me encontraba repantingado en el viejo sillón orejero de los abuelos, disfrutando de los avatares existenciales del poeta chileno, del gran vate austral al que se le quitaron las ganas de vivir otro aciago 11 de septiembre*.

Minutos más tarde, pudimos ver por la televisión el choque del segundo avión contra la Torre Sur, emitido en directo en medio mundo. Pasamos la tarde embobados frente a la caja tonta, observando estupefactos el ataque kamikaze contra los centros de poder económicos y militares de los Estados Unidos. Muchos conocimos ese día el rostro de Osama Bin Laden, enemigo público número uno de Occidente, patrón del terrorismo internacional.

Luego, con el pasar de los meses, aparecieron las primeras teorías que cuestionaban la verdad oficial sobre el 11-S. El libro de Thierry Meyssan “La Gran Impostura”, publicado a principios de 2002, desveló las oscuras relaciones entre las familias Bush y Bin Laden, aportando datos técnicos que negaban la versión de los hechos que nos habían contado. A partir de ahí los conspiranoicos hicieron su agosto sacando un montón de nuevas versiones de los atentados en Nueva York y en Washington.

Mi propósito no es transitar por los caminos trillados de la conspiración, aunque yo mismo crea en ella, sino rememorar el 11-S desde mi particular óptica. El terrorismo integrista es una respuesta brutal al más brutal aún terrorismo imperialista estadounidense. Las víctimas occidentales de los ataques islamistas pagan los últimos 60 años de agravios, abusos y tropelías usamericanas en Oriente Medio.

EEUU ha derribado gobiernos democráticos (Irán, 1953), ha fomentado la guerra entre los países de la región (Irán-Irak, 1980-1988), ha apoyado dialéctica y tecnológicamente el apartheid israelí en Palestina (desde 1948 hasta la actualidad), ha financiado y entrenado grupos terroristas islamistas con la finalidad de combatir el comunismo o el nacionalismo reformista árabe (Afganistán, 1979), y ha sostenido militarmente las dictaduras teocráticas del Golfo, vulneradoras de los derechos humanos fundamentales. Este es el impecable historial del Imperio en la cuna de la civilización.

El 11-S sirvió como coartada para la guerra contra el terror, que permitió a los EEUU y a sus aliados invadir y ocupar Afganistán e Irak en los dos años siguientes. Además supuso una excusa genial para socavar las libertades civiles de millones de ciudadanos a lo largo del planeta, sacrificando la libertad en nombre de la seguridad. El neoliberalismo disolvía así los principios del liberalismo político, exterminando todo lo que estorbara a la acumulación capitalista.

La facción más extremista del Partido Republicano, los llamados neoconservadores, provenientes en su inmensa mayoría de la ultraizquierda, se hizo con el control de la Casa Blanca en las elecciones fraudulentas de 2000. George Walker Bush, hijo de presidente y nieto de senador, fue elegido emperador tras el sospechoso recuento de Florida, estado en el que su hermano Jeb era gobernador. El exilio anticastrista radicado en Miami, poderoso lobby en la política usamericana desde 1959, colaboró en el ascenso de Bush Junior a la presidencia.

Con Bush como presidente, y con Dick Cheney como vicepresidente y auténtico líder en la sombra, el proyecto de dominación imperial ha extendido sus tentáculos por Oriente Medio, Asia Central y el Cáucaso, fracasando estrepitosamente en América Latina, su sempiterno patio trasero. Los atentados de factura integrista han seguido sucediéndose desde el 11-S, afectando de lleno a capitales europeas como Madrid o Londres, fomentando el miedo irracional, la histeria colectiva y la xenofobia antiinmigrante.

A día de hoy, 11 de septiembre de 2008, Osama Bin Laden sigue en busca y captura, en paradero desconocido, oculto en alguna lejana cueva de la frontera afgano-pakistaní. O por lo menos ese es el cuento que nos larga Falsimedia. Bin Laden siempre me ha parecido un personaje de tebeo, un malo maloso de Tintín o de una película de la Hammer, primo tercero de Fu Manchú, digno de ser encarnado por Christopher Lee.

Recultado como guerrillero anticomunista por la CIA y el ISI (servicio secreto de Pakistán) a comienzos de los 80 para operar contra los soviéticos en Afganistán, reconvertido luego en combatiente antioccidental tras la guerra del Golfo Pérsico (1990-1991), es una figura brumosa, envuelta de misterio. Algo huele a podrido en Al Qaeda, sin duda.

Cuando leen estas líneas, George W. Bush agota su segunda legislatura en la Casa Blanca, reconocido genocida para muchísimas personas, incómodo para su propio partido y para el establishment de Washington, que está decidido a restaurar el prestigio perdido ante la opinión pública mundial. El lobo vuelve a esconderse tras la piel del cordero, ya sea con el negro Obama o con el oxidado McCain.

Sadam Hussein, cómplice del Imperio hasta la invasión de Kuwait en agosto de 1990, caricaturizado después como el Hitler de la península Arábiga, duerme el sueño de los justos. Ahorcado por esbirros del gobierno cipayo iraquí el 30 de diciembre de 2006, siendo grabada la agonía del dictador con un teléfono móvil, complemento macabro de las publicitadas torturas de Abu Ghraib. Qué distinto este video de aquel otro, en el que Sadam y Donald Rumsfeld se estrechaban las manos veintitantos años antes.

Bin Laden olvidado y perdido, Bush casi jubilado, Sadam muerto y enterrado, ese ha sido el destino de los protagonistas de la actualidad global post 11-S. Detrás de los titulares de los medios, los pueblos de Irak y Afganistán han sido los grandes perjudicados de este drama. Los fallecidos y heridos se cuentan por centenares de miles, los combates entre fuerzas estadounidenses y resistentes continúan, importunando el sueño usamericano, ensuciando el american way of live.

Las Torres Gemelas cayeron, el Pentágono fue tocado pero no hundido, la Tierra se estremeció cuando golpearon al gigante. Han pasado los años, hemos crecido, hemos madurado, algunos hasta hemos radicalizado nuestra ideología. Gracias a la matanza del 11-S, comprendí el papel del imperialismo usamericano en la magna tragedia de la humanidad. Y me decidí a batallar contra él, con las escasas fuerzas de las que dispongo.

En ello estamos.

*Hace 35 años, el 11 de septiembre de 1973, el fascismo demolía la democracia más vieja de América Latina, cayendo en la defensa de La Moneda el presidente Salvador Allende. El Terrorismo de Estado se apoderaba de Chile, desencadenando una espiral de violencia feroz que ahogó en sangre la vía allendista al socialismo. El Imperio participó activamente en la preparación del golpe, con el objetivo de eliminar a un gobierno rebelde que molestaba los intereses comerciales de las empresas usamericanas. Pablo Neruda sólo pudo sobrevivir dos semanas a la catástrofe.

sábado, septiembre 06, 2008

Rincón del invitado: Juan Pablo Segovia Gutiérrez


Inauguro con este texto una nueva sección del Llanto, en la que pretendo dar voz a mi gente, a los amigos que quieren mostrar sus reflexiones, sus ideas, sus historias, al mundo. El autor de este relato, que tiene mucho de verídico y de real, porque le conozco demasiado bien, y porque yo mismo he experimentado las sensaciones que él describe, es Juan Pablo Segovia Gutiérrez. Sólo puedo contar cosas buenas de JP, como le conoce la afición, ya que es uno de mis mejores amigos, desde hace muchísimos años.

Dejo ya de hacerle la pelota al doctor Segovia y les dejo con "Una noche más":

UNA NOCHE MÁS

Una noche más. Entre emocionado y nervioso, entro en el baño, no sin antes haber puesto en marcha el aparato de música, con algunas canciones que me fueran introduciendo en el ambiente. Con esto comienza una noche más de fiesta.
Tras haberme duchado, salgo de la ducha y me visto con el albornoz. Situado frente al espejo, me miro fijamente a los ojos y pienso, tal como hacía todas y cada una de las veces, que esta sería mi noche. Busco dentro del ropero algo que ponerme, siempre la mejor combinación. Esta noche toca discoteca, con lo que mi atuendo consta de una camisa, unos vaqueros, una correa negra con hebilla plateada y unos zapatos negros. Una vez vestido, decido cual de las colonias que tengo sobre el estante me echaré. Esta noche, Calvin Klein. En uno de los bolsillos, las llaves de casa y el móvil; en el otro, la cartera. Me despido de mis padres. Esta noche viene Joaquín a recogerme.
Cierro la puerta de casa, respiro profundamente y me convenzo, de nuevo, de que esta noche será distinta, será mi noche.

Saludo a mi amigo, que llega puntual, como siempre. Montamos en el coche y marchamos hacia la libertad. Las luces de la ciudad nos iluminan. En nuestro rostro se refleja la impaciencia, las ganas, la emoción.
Aparcado el coche, nos dirigimos hacia el lugar…Entramos sin problemas, dos buenos físicos no tiene problemas. La música ya se escucha, el ambiente ya se respira. Diez euros de entrada con dos consumiciones, no está nada mal. La puerta se aproxima. Cruzamos el umbral, la música nos envuelve del todo.

Las miradas de los presentes se orientan en nuestra dirección. De nuevo, pasamos desapercibidos. Un sitio en la barra. Una Guinnes para mi, Coca-Cola para Joaquín. Esa es la noche. Decidimos recorrer el local. Nos convence, si. Bonita decoración, buena música. Acabamos las copas tras una pequeña charla. Es el momento de entrar en el auténtico ambiente, la pista de baile.
Esfuerzos en vano para conseguir un hueco. El tiempo pasa. Algunas miradas cruzadas, nada más. Eso si, el orgullo muy alto.
Arrecia el calor. Andamos metidos en la muchedumbre. Roces. Solo roces. El tiempo avanza. Vagando en busca de un lugar adecuado. Me invaden pensamientos que alteran mi ánimo. Una noche más, ¿solo eso?. Aun cabía esperanza. Fijo objetivo, comento, no actúo. ¡Maldita sea, otra vez no!. Empiezo a estar cansado. Tres cervezas. Muchas miradas. Nada más. Un último esfuerzo. Nada. Maldito muro, lo odio. Me empiezo a dar cuenta de que todo es igual, como siempre…como siempre.

La madrugada llega. Se acabó. Agotados, nos vamos. Comentarios de camino a casa. Fabricando excusas. Conciencia tranquila. Es la hora de dormir. Antes de cerrar los ojos, pienso que otra vez será. La próxima vez será. Caigo en un profundo sueño. Una noche más.

miércoles, septiembre 03, 2008

Del Ciclismo considerado como una de las Bellas Artes

Nunca he sido muy partidario del deporte. A diferencia de mis compañeros de generación, de mis amigos y conocidos, no he practicado casi ninguna actividad deportiva en mi vida. Por unas razones u otras, ni el fútbol, ni el baloncesto, ni el tenis, me han entusiasmado jamás. La pereza y la vagancia han sido dos constantes en mi existencia, aunque no quede demasiado guay al reconocerlo.

Tampoco he visto mucho deporte por televisión, ni siquiera soy seguidor de ningún equipo de fútbol, aunque me declaro enemigo ferviente del Real Madrid, por los siglos de los siglos (amén). Lo único que me ha llamado siempre la atención ha sido el ciclismo. El mismo deporte que tantos españoles utilizan para amenizar sus siestas veraniegas, el mismo del que reniegan los colegas más futboleros tachándolo de aburrido y soporífero, el puteado y marginado ciclismo.

El Tour y la Vuelta han sido parte indispensable de todos mis veranos. Mañanas y tardes enteras pegado al televisor, dictadura personal del mando a distancia, en aquellos años en los que el aire acondicionado brillaba por su ausencia. La lucha titánica de los ciclistas contra los colosos alpinos y pirenaicos o la odisea del Angliru, son trozos de una mitología propia, que han contribuido a formar la personalidad del escriba de estos disparates.

No vayan a creer que he sido un as con la bici ni nada parecido. He pedaleado más en bicicleta estática que en una normal. Tengo muchos ciclistas en la familia, y no me extrañaría que algún día surja un profesional de entre nosotros. Yo soy la oveja negra del clan, así que no esperen de mi ninguna hazaña deportiva. (Ahora deberían ustedes reír a carcajada limpia, si es que han entendido el chiste).

El ciclismo es la cenicienta del deporte de élite, un patito feo calumniado y vejado, siendo sin embargo el de más dureza, el más extremo. El adjetivo más utilizado por los cronistas deportivos para referirse al ciclismo es el de que es algo épico. No les falta razón, incluso se quedan cortos.

Los escándalos de dopaje que vienen sacudiendo al ciclismo desde que estalló el caso Festina en el Tour de 1998 no han conseguido acabar con él, a pesar de que se han llevado por delante a campeonísimos como Roberto Heras, Ivan Basso o Jan Ullrich. Los patrocinadores más poderosos han ido abandonando el barco, a medida que la travesía se iba poniendo peliaguda. El combate antidoping se ha cebado con los ciclistas, olvidando a los millonarios futbolistas, ídolos de masas y símbolos inmaculados de la sociedad de consumo.

Por supuesto que sé que el ciclismo profesional es un eslabón más del gran entramado capitalista, pero también lo es el cine clásico yanqui y nadie se pone tiquismiquis cuando un rojo lo reivindica. Es mi opio del pueblo particular, no puedo remediarlo. Desviaciones pequeñoburguesas que llevo en la sangre. (Más risas, e incluso aplausos).

Como cualquier religión, el deporte de las dos ruedas ha tenido dioses: Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault, Miguel Indurain, Lance Armstrong. El panteón de los mártires alberga entre otros a Tom Simpson, Luis Ocaña, Fabio Casartelli, Marco Pantani, José María Jiménez Chava e Isaac Gálvez. No podían faltar los demonios, encarnados en los vampiros de la UCI* o en la prensa sensacionalista.

Anquetil, Merckx, Hinault y Miguelón lograron cinco victorias en la clasificación general de la carrera más importante del calendario ciclista: el Tour de Francia. El texano Armstrong logró rebasar esa cifra mítica, alcanzando los siete Tour de Francia, ganándolos de forma consecutiva. Sin embargo, para la mayoría de los aficionados el mejor corredor de la historia es el belga Eddy Merckx, apodado el Caníbal, que vencía en las etapas de montaña, en las cronos y en los sprints. Su hijo Axel también fue ciclista profesional, aunque sin alcanzar las cotas de magnificencia del Caníbal.

Tom Simpson fue la primera víctima conocida del dopaje, falleciendo en una etapa del Tour de 1967, mientras escalaba el Mont Ventoux, ascensión terrible de paisaje lunar. Desde entonces, el Gigante de la Provenza arrastra una maldición para el ciclismo. El mismo Eddy Merckx necesito oxígeno al conquistar la cima tiempo después.

La depresión, enfermedad cada vez más común en este mundo nuestro, acechó a Luis Ocaña, a Marco Pantani y al Chava, aniquilando las esperanzas de estos tres increíbles ciclistas, condenándolos al infierno de las drogas para arrojarlos después al pozo oscuro del suicidio y de la muerte. José María Jiménez ha sido uno de mis corredores favoritos, valiente, atrevido, chulesco, de condiciones excepcionales, capaz de sacarle una minutada al resto de líderes en un sólo puerto y de perder todas sus opciones de triunfo final al día siguiente. No en vano, le llamaron el Curro Romero del ciclismo.

Casartelli falleció en la bajada del Portet d'Aspet, en el Tour de 1995. Recuerdo que presencié la caída a través de la tele, quedando francamente impresionado por el charco de sangre espesa que se formaba alrededor de su cabeza. Tenía todavía nueve añitos, me acompañaba mi padre, que no trabajaba aquel mes de julio, debido al Expediente de Regulación de Empleo que afectó a su empresa.

La más reciente de estas tragedias fue la muerte de Isaac Gálvez en el velódromo de Gante, cuando disputaba una prueba de pista con el olímpico Joan Llaneras, el 26 de noviembre de 2006. Gálvez compatibilizaba la pista y la carretera, al igual que otros muchos ciclistas.

Mis primeros pinitos de escritor también tienen que ver con el ciclismo, ya que rellenaba hojas y hojas de libretas escolares con la caligrafía garrapatosa que me caracteriza, intentando captar cada detalle, cada instante de las etapas de la Vuelta o del Tour. Conservo esos cuadernos, acumulando polvo, en algún estante del dormitorio.

El hombre frente a la montaña, el humano contra el reloj, aupado en una bicicleta, intentando conseguir la gloria deportiva. Modernos caballeros andantes sin princesas que rescatar ni dragones que descabezar, fragmentos de mi memoria, benditos ciclistas.

*En el argot ciclista, se denomina vampiros a los analistas de sangre de la Unión Ciclista Internacional, encargados de inspeccionar el torrente sanguíneo de los miembros del pelotón, en busca de sustancias prohibidas.

lunes, agosto 04, 2008

Ajoblanco triturado


"Mucho se ha escrito sobre la transición española, casi siempre desde el pragmatismo de los grupos que la pactaron, pocas veces desde la ingenuidad de quienes la soñamos diferente."

(José Ribas)

Barcelona era una fiesta. La dictadura agonizaba (o eso parecía), se liberaba la sexualidad, los estudiantes defendían la autonomía universitaria, apedreando a los grises. Los hijos de la burguesía catalana copaban el censo de los partidos antifranquistas, preparando el futuro asalto al poder. Franco moría matando, la represión se cebaba en los sindicalistas de Comisiones Obreras, que habían logrado infiltrar el Sindicato Vertical con notable éxito. Las Ramblas eran el símbolo de la libertad largamente añorada, el espejo de los deseos frustrados de ciertos disidentes de aquella mayoría silenciosa que apuntalaba al franquismo.

Este ambiente es el punto de partida de "Los 70 a destajo. Ajoblanco y Libertad". El autor, José Ribas fue uno de aquellos jóvenes, estudiante de Derecho a comienzos de los 70, de padre falangista de la primera hora, luego tibiamente franquista; uno de tantos que descubrió la política en las aulas de la Universidad. Ribas entró al ruedo político con la intención de colaborar activamente en la caída del Régimen, datando de entonces un rencor imposible de disimular hacia el PSUC y las diferentes banderías de la extrema izquierda.

Este rencor recorre todo el libro, sembrando la obra de ridículas comparaciones entre Francisco Franco y Vladimir Lenin, anatemizando al comunismo y a los comunistas, tratados todos de aliados del posfranquismo reformista y de enemigos de los trabajadores, sin distinciones ni matices. Metiendo en un mismo saco a las vedettes de la gauche divine y a los honestos militantes comunistas, trotskistas, maoístas, olvidando los años de cárcel, torturas y penurias de los que nunca se rindieron, los últimos soldados de la República Española.

Ribas escupe verdades como puños, comentando el paso de muchos dirigentes del PSUC o de Bandera Roja al carro de los vencedores de la historia, denunciando la gran mentira de la Transición, el pacto entre la élite liberal de la dictadura y la cúpula dirigente de las izquierdas, haciendo tabula rasa de cuatro décadas de crímenes impunes, equiparando a verdugos y a víctimas, amnistiando a Simón Sánchez Montero para que pudiera ser amnistiado también Manuel Fraga Iribarne.

El leit motiv fundamental del título que les comento es Ajoblanco, el semanario barcelonés que José Ribas puso en marcha en 1974. Revista contracultural y underground en sus inicios, escorada hacia el anarquismo conforme evolucionaban ideológicamente sus mentores y colaboradores, al albur del fin de la dictadura y de la instauración de la democracia. Toni Puig, Fernando Mir, Luis Racionero, Quim Monzó, Ana Castellar, Ramón Barnils, fueron las cabezas pensantes del invento en su primera época, cuando les tocó competir con Triunfo, con Cambio 16, con Cuadernos para el Diálogo, revistas punteras de la información política, opositoras al Régimen desde el liberalismo, el comunismo o la socialdemocracia.

Ajoblanco posibilitó el encuentro de muchísimos jóvenes con inquietudes políticas y artísticas similares, alejadas de lo convencional. El Ajo potenció la liberalización de las costumbres sexuales, encorsetadas y oprimidas por la moral católica, dignificando la sexualidad herida de gays y lesbianas. Observó con atención los derroteros de la reforma pactada de la dictadura, atacando el afán colaboracionista de los cargos dirigentes del PSOE o del PCE, apostando fuertemente por la reconstrucción de la CNT, la central anarcosindicalista, a la que se afilió un esperanzado Ribas, una vez legalizada.

El comunismo libertario impregna cada una de las páginas de "Los 70 a destajo. Ajoblanco y Libertad". Visto como alternativa factible y radical al franquismo, y también al juancarlismo, ensalzado en demasía, con entusiasmo desmedido e irreal. Pepe Ribas confunde la realidad y el deseo, asignando un potencial a la CNT de entonces, de la que esta carecía objetivamente hablando. Aquella CNT no era ni la sombra de la de los años 30, cuando contaba sus afiliados en cifras de seis ceros. Aún así, reconozco que era un formidable enemigo del Estado monárquico, un enemigo contradictorio e iluso a ratos, al que se combatió con fiereza y al que se derrotó, sobre todo tras el caso Scala.

La obsesión anticomunista de Ribas no repara en que la sucesión de ilustres colaboradores (y fundadores) de Ajoblanco que desfilan por el libro es una broma macabra. Repasemos la trayectoria posterior de algunos ácratas de salón que quisieron ser popes de la contracultura y acabaron siendo sumos sacerdotes de lo políticamente correcto, viles lacayos del Estado al que un día dijeron combatir.

Toni Puig, uno de los creadores del Ajo, fiero anarquista en los 70, es hoy asesor en mercadotecnia relacional del Ayuntamiento de Barcelona, institución sumamente revolucionaria y subversiva, como ustedes saben.

Luis Racionero, tótem cultural del grupo, gurú personal de Ribas, dirigió la Biblioteca Nacional durante los tres últimos años del segundo gobierno de José María Aznar (2001-2004). Se autodefine como liberal y es fan confeso de Rosa Díez.

Javier Valenzuela, granadino de cuna, valenciano de adopción, ácido cronista del Ajo, jefe de prensa internacional de Rodríguez Zapatero al principio de su primera legislatura. Ya sabemos, por la Cope y afines, que Zapatero es Lenin, sin barba, eso sí.

No necesito nombrarles los méritos actuales del excelso Fernando Savater, que iba de filósofo libertario en la Transición, y ahora dicta cátedra sobre lo divino y lo humano, marcando tendencia y creando partidos políticos acordes a los nuevos tiempos, ni de derechas ni de izquierdas, del centro mágico y genial.

Francesc Boldú, peso pesado de aquella CNT, según las propias palabras de Ribas, es catedrático de Filosofía en el Instituto Español de Tánger (Marruecos) y publica artículos en El País, sin que por el momento se haya tenido noticia de ninguna queja suya con respecto a la actitud beligerante del susodicho periódico contra los gobiernos revolucionarios de América Latina.

Karmele Marchante, feminista extremista en Ajoblanco, tertuliana fija en los programas del colorín, sigue dándoselas de intelectual y reclamándose discípula de Manolo Vázquez Montalbán(*). En una ocasión la oí despotricar de Hugo Chávez, con el mismo ardor con el que defiende a la mayor terrateniente de España, Cayetana de Alba.

Parece que no se lleva demasiado bien con su hermano mayor Jorge, alias Federico Sánchez, aunque tienen muchas cosas en común. Carlos Semprún Maura es tan traidor como Jorge, quizás más sincero en su actual deriva neoliberal, un tipo de cuidado que vomita cotidianamente el catecismo de Hayek y Friedman, en el pasquín cibernético de FJL.

Moncho Alpuente ejerció de referente madrileño para la gente del Ajo, ejerciendo todavía de anarquista en actos de la CNT, compaginando el activismo libertario con trabajos varios para el grupo Prisa, buque insignia de la progresía española.

Equivalentes capitalinos de Ajoblanco fueron también Pedro Almodóvar y Alaska, que continúan dinamitando el sistema con bombas de cine monotemático y granadas de música discotequera. Sin comentarios.

El más inefable del periodismo patrio, el locutor que ha hecho del mitin información radiofónica (Julio Anguita dixit), fue otro de los alegres muchachos del Ajo. En su travesía sin retorno desde el maoísmo de Bandera Roja hasta la extrema derecha del liberalismo, Federico Jiménez Losantos recaló en el puerto de Pepe Ribas. Recién había abandonado El Viejo Topo, por una supuesta censura que desmintió convenientemente Miguel Riera, director de la publicación en aquel entonces y aún hoy, cuando Ribas le reclutó.

El grumete Federico emborronó cuartillas para el suplemento La Bañera Literaria, donde coincidió con el autor italiano Carlo Frabetti. No, no han leído mal, FJL y Frabetti escribieron codo a codo en una publicación ácrata en la Barcelona prodigiosa de entonces. Cualquier lector bien informado conocerá el abismo ideológico que separa actualmente a los dos antiguos compañeros de luchas.

Carlo Frabetti no se convirtió a la religión del libre mercado, lleva la herejía en los genes (es hijo de partisanos), es uno de los mejores intérpretes del caos capitalista, aunque no siempre comparta uno todas sus posiciones. FJL es un patético esbozo de sí mismo, un pequeño talibán de sacristía que ha perdido la guerra por el control del PP. Sonado fue el enfrentamiento público Losantos-Frabetti posterior a la gala de los Goya de 2003, en el que el ínclito Federico acusó a Carlo y a los del No a la Guerra de recibir dinero de Sadam Hussein. Posteriormente, Frabetti desmontó la calumnia ante los tribunales.

Ajoblanco acabó convertida en una cueva de conversos, prestos a saltar a lugares más confortables, donde disertar de las bondades de la democracia burguesa con sus antiguos enemigos. Por eso aquello se jodió, llevándose por delante el anhelo de cientos de miles de anarquistas y librepensadores, apisonados por la Transición.

Lo que luego sobrevino es de sobras conocido: la movida, el consumo abusivo de drogas ilegales, el sexo pretendidamente liberado, el sida, el fin de la epopeya ochentera. El capital apartó a esa generación de la militancia antisistema, condenándola a las miserias del consumismo. Ganaron el derecho a drogarse, a escuchar letras subidas de trono, a follar con ciento y la madre, pero perdieron la libertad de ser distintos.

Recomiendo la lectura de estas cuasi memorias de José Ribas, fenomenalmente escritas, haciendo gala de una memoria fantástica, otro gran texto para desmenuzar el torrente de mentiras que escupen los portavoces del Estado sobre el posfranquismo.

¡A seguir desfaciendo entuertos, que quedan muchas causas perdidas por conquistar!

(*) Vázquez Montalbán no sale muy bien parado del libro de Ribas. Este le retrata como un comunista sectario y dogmático, arribista y ambicioso, envidioso del éxito de Ajoblanco, un perfil que difiere bastante de lo que uno ha leído anteriormente. No tuve el placer de conocer personalmente al difunto Manolo, pero entre su curriculum vitae y el de Luis Racionero no hay color, sencillamente. Esta idea se puede hacer extensible al resto de escribientes del Ajo que menciono arriba. En contraste con la vieja militancia comunista, dejan mucho que desear.

viernes, julio 18, 2008

El sermón del 18 de julio


Afuera, la noche es inusualmente fresca. Amenaza lluvia, magnífica para bandear los rigores del verano. Perdonen la tardanza en actualizar, pero ando más ocupado que nunca. Y no es una excusa, es la realidad. Ya soy un currito anónimo más, un cotizante entre millones, proletario de cuello blanco ansioso de revolución.

Mis pormenores laborales no son el objeto de esta reflexión. Sólo sirven de introducción para afrontar relajados uno de los mayores dramas de nuestro tiempo. Siento utilizar el mismo lenguaje sentimental del telediario, pero no podemos permitir que también nos arrebaten las palabras. La sangría constante de pateras y cayucos es un drama porque es inevitable en el capitalismo, ya que sin los naufragios y las tragedias de la mar, el sistema no podría sobrevivir.

El capital produce muerte y desolación, se nutre del sudor de los débiles, se alimenta del hambre de los pobres. La libertad de mercado de unos pocos se sustenta sobre la opresión de la mayor parte de los habitantes de la Tierra. Evitar este rosario de desgracias es sencillo: humanizar la economía, fraternizar las relaciones de producción, estrangular el neoliberalismo, pues.

En las últimas semanas, la prensa ha llorado, con sus habituales lágrimas de cocodrilo, a las víctimas inmigrantes de dos sucesos casi simultáneos, ocurridos en las costas de Granada y de Almería. Incluso, el presidente del Gobierno se pronunció públicamente, lamentando los fallecimientos, cínico cómo acostumbra, incapaz de reconocer su parte de culpa en el crimen.

Occidente es culpable, fueron las potencias europeas las que colonizaron América, África y Asia, ellas patentaron el imperialismo, dando carta de naturaleza al saqueo, al despojo, al robo a mano armada de los recursos naturales de las naciones que ahora llaman subdesarrolladas. De esos polvos vienen estos lodos. España también fue un imperio temible, extendió un reinado de terror de sol a sol, masacró a millones, expolió todo lo que pudo. Ahora recibe un flujo considerable de migrantes, provenientes del Nuevo Mundo que antaño ocupó.

En plena canícula, escapamos masivamente a la playa, a disfrutar de los atascos, del gazpacho y de las nenas en bikini. Mientras, en la orilla opuesta del Mediterráneo, miles y miles de desesperados se preparan para traspasar ilegalmente la frontera española. Nos tostamos al sol, intentando leer el arrugado diario deportivo o el best-seller de moda, peleando con la parienta, vigilando de reojo a los niños, sobando un poquito a la novia. La legión de parias que fabrica la globalización, se atreve a perturbar la tranquilidad burguesa de la que gozamos, rompiendo nuestros esquemas, ahogándose frente a nosotros, demostrando lo barata que se cotiza la carne de esclavo en el mercado global.

Aún así tenemos la desfachatez de ser racistas, de mirar por encima del hombro al diferente, al extranjero. Usamos eufemismos sucios (subsaharianos, magrebíes) delante de cámaras y micrófonos, en el calor del hogar, en la barra del bar, siguen siendo los negros y moros de mierda.

Despachamos el enorme conflicto inmigratorio con dos bravuconadas, en vez de analizar seriamente las causas y los porqués de este fenómeno, que es tan viejo como el ser humano. Es sencillo culpar de todos los males de la sociedad a los extranjeros, sin acordarse de los empresarios, de los políticos corruptos, de los príncipes de la Iglesia. La fábula del burro y la zanahoria se ha hecho carne mortal en la España del siglo XXI.

El que escribe, que ha estudiado a fondo el tratamiento jurídico de la extranjería en la legislación española, y que incluso ha realizado prácticas en servicios municipales para inmigrantes, ya no se sorprende de nada. Ni el asistencialismo ni la mala conciencia socialdemócrata suponen soluciones a largo plazo para tan controvertida empresa. Sólo son paños calientes, parches demasiado pequeños para tapar la desvergüenza reinante.

Integración, asimilación, multiculturalismo, ghetto, suburbios, palabras que se lleva el viento de la actualidad, que revientan las ilusiones de muchas gentes, huérfanas de consumismo. Catálogo rígido y enmohecido de deberes, página en blanco de derechos. Privados del sufragio universal, base elemental de la democracia que tanto pregonan, parece que se lo van a conceder para beneficiar electoralmente al PSOE.

Concluyo el sermón de la montaña más acalorado que cuando lo empecé, en un dieciocho de julio de infausto recuerdo, a setenta y dos años del origen de todas nuestras derrotas.

viernes, junio 20, 2008

¿Es esto una paranoia costumbrista?


El sol derrite las azoteas, golpea presuroso el verano. Lanzarse a la calle es una misión suicida, que no obstante, cumple ciegamente el 99% de la población. De repente, el calor agobiante del desierto se ha apoderado de nuestras ciudades. Ya es hora de prender el aire acondicionado, jodiendo un poquito más a la Madre Tierra.

Aroma sahariano, preludio de un estío infernal, nos queda el consuelo de cierto frescor nocturno. Las noches granadinas siempre han gozado de esa fama, quizás porque carecemos de un río caudaloso y pegajoso, quizás porque la Penibética nos protege, dueña y señora del horizonte.

Granada es Macondo, un Macondo africano, que quiere ser europeo, pero que ni puede ni lo intenta. Reaccionaria, clerical, beata, densamente masificada de iglesias y conventos, señorío de la tapa, bares y restaurantes a espuertas, pijos y jipis, putas y viejos. Los autobuses urbanos ejemplifican a la perfección la variedad tribal del lugar, lo mismo te encuentras a una docena de monjas momificadas que a un gay de diseño que desprecia lo pueblerina que es Granada, y las ganas que tiene de largarse a Barcelona.

Los toreros deslumbran en las discotecas, los burros pasean las despedidas de soltero por las aceras, la manifestación del Metal planta cara a la escoria falangista, que ondea la bandera gallinácea al paso de la huelga. Para que queremos a Gabo, si la providencia nos regaló a José Vicente Pascual. Qué pollas me dices de Benedetti, aquí basta y sobra con Luis García Montero.

Junio ahoga, en una placeta albayzinera Burt Lancaster reta a duelo a Robert Mitchum. Los turistas huyen acojonados, perdiendo en la estampida novísimas cámaras digitales, enseñando sus blancas pantorrillas, sus calcetines de ejecutivo atrapados en sandalias frailunas.

Miguel Ríos vuelve a Granada, en La Tertulia, la progresía se corre al contemplarse en el espejo. Encantados de haberse conocido, escondiendo las vergüenzas tras las páginas de El País. Sin Prisa pero sin pausa, firmando manifiestos, que feo que es ese Hugo Chávez, le falta glamour, ropa de marca, publicar relatos en la Diputación, escribir una columna en el Ideal, en Granada Hoy, incluso en La Opinión.

El Tour de Francia conquista el Veleta. La etapa cuadragésimo quinta acaba en un mano a mano entre Miguel Indurain y Marco Pantani. La serpiente multicolor se divisa desde todos los pueblos de la Vega, en el coche escoba duerme a pierna suelta José Torres Hurtado, alcalde y pensador, cateto y cagarrecio. Deslizándose hacia la Alpujarra, el pelotón compacto se interna en la región más extraña de Andalucía, la tierra de mis ancestros, para esprintar en las anchas avenidas de Trevélez, desayunando jamón con agua mineral.

Habas con jamón, tortilla Sacromonte, y para acompañar, vinillo de la Contraviesa, ron pálido de Motril, calimocho en el botellódromo del Hipercor. De postre, piononos de Casa Ysla, polvorones y mantecaos de Casa Pasteles. Para aligerar el cuerpo y quemar las grasas, qué mejor que un garbeo por la Fuente de la Bicha, a la orilla del Genil, buscando Cenes de la Vega.

Embotellamiento en el Camino de Ronda, rutina en los días laborables, coches de autoescuela en manada, furgonetas en doble fila, no hay municipales a la vista. Tornado galopa rabioso, esquivando los automóviles, desesperadamente. Montado sobre su grupa, cabalga el Zorro, negrísimo y brillante traje de campaña. Creo que es Guy Williams, el protagonista de la serie de Disney, el mejor de los Zorros.

Por Villarejo, trotan los lanceros, al mando del sargento García, estrambótico gordo, bigotudo y desaliñado. Un autocar de guiris no frena a tiempo, y acaba arrollando a la tropa. La carnicería es impresionante, los paparazzis desenfundan sus objetivos y consiguen la exclusiva.

Llueven macetas. Saltan desde los balcones, estrellándose contra la calva de algún desprevenido peatón, machacando los toldos de los vecinos. Gitanitos poligoneros, con el torso descubierto, revenden en los mercadillos, en la marcha verde, en los tíos tiraos. Cae la noche, espectaculares prostitutas ocupan estos territorios, ofreciendo la carne deseada, el placer mecánico y fugaz del sexo de pago.

Semana Santa permanente, 365 días de pasión, los pasos toman la ciudad, inundando de saetas el malhumor de los ateos. Cristo del Silencio por el Carril de las Tomasas, rondando el amanecer, taracea crucificada, los niños del incienso huelen a hospicio. Antes de radical, fui nazareno.

Mitchum y Lancaster, Lancaster y Mitchum, costaleros de la Greñua, mayordomos de la Aurora, mastican churros y beben chocolate ardiente, las pistolas al cinto, desechados ya los floretes en el armario empotrado del honor. Parlan en granaíno de Maracena, inexplicablemente.

Vibra la afición, explota el marcador, el Granada C.F. golea al Real Madrid en el estadio de Los Cármenes. Promotores inmobiliarios y concejales celebran el resultado con una paella en Los Manueles, descargando la alegría en Don Pepe/Don José.

En la pista central de Mae West, Guy Williams, alias Diego de la Vega, menea las caderas al son del reggaetón. Las nenas se arremolinan para mirarlo, haciendo mohines de aprobación, sacando pecho, hasta que los wonderbras revientan. Es el éxtasis, y eso que no estoy presente.

Queda instaurada la 3ª República, la tricolor es izada, suena el himno de Riego, marchan los republicanos por el Paseo de los Tristes. Los gatos del Darro maúllan al unísono, Antonio González El Pescadilla rasga su guitarra, los niñacos descuelgan los tangas de los tendederos y se pierden hacia Puerta Real.

Me despierto, resacoso, sudando, con trazas de haber soñado algo inquietante. ¿O no?